La mística de un Yaris GR SPORT en carretera

Si no fuera por el asfalto uno diría que las llanuras de cereales de La Moraña se conservan como en el siglo XV y XVI, cuando sus pueblos eran cuna de reyes y el esplendor acompañaba su vida cotidiana. Corrían los tiempos en que Arévalo y Madrigal de las Altas Torres eran ciudades importantes y ricas, de las que ahora quedan vestigios en sus monumentos, motivo suficiente, aparte de la fama de sus asados, para venirse a pasar un fin de semana por estas zonas. El TOYOTA YARIS GR SPORT perfecto para estas carreteras estrechas, donde el asfalto pone a prueba nuestra conducción, su bajo consumo gracias a su sistema hibrido de quinta generación, y su tren deportivo hacen que circular por estas carreteras sea puro placer de conducción.

El norte de Ávila es una tierra para recorrer con el silencio que nos proporciona Yaris GR SPORT, que en su cuarta generación ha mejorado este aspecto. La austeridad del paisaje sobrecoge y no deja de sorprender a los viajeros, poco acostumbrados a un horizonte casi sin sobresaltos, salpicado de vez en cuando por pueblos diminutos que huelen a historia.

Recorriendo estas carreteras uno no puede dejar de pensar en los místicos que salieron de estas tierras. No debía ser extraño aspirar a una vida en santidad rodeado de un paisaje tan contenido.

Podemos empezar por Arévalo, una de las villas más importantes de la zona. Cuenta la historia que en su castillo mudéjar pasó la infancia Isabel la Católica, rodeada de las piedras rojizas que todavía se conservan en pie. Y así como el castillo sirve para evocar los tiempos de la Castilla Medieval, las calles no se quedan atrás. Hace falta visitar las tres plazas que fueron centro de la vida social de los habitantes de Arévalo: la de la Villa, bellísima e inconfundible, con sus soportales de madera y mansiones blasonadas; la del Real, con un bonito templete en su centro; y la del Arrabal, la más animada.

Por aquí pasaron los romanos, los visigodos y los árabes, dejando cada uno rastros imborrables de su presencia. Sobre todo estos últimos, que construyeron la muralla, el alcázar, con su monumental puerta y el arco de Alcocer, y el magnífico puente sobre el Arevalillo. Y entre callejuelas, iglesias y conventos de estilo mudéjar se intercalan con enormes mansiones que hablan de antiguos linajes, como los Altamirano o los Cárdenas. No tienen pérdida tampoco sus edificios civiles, como el Pósito, la Casa de los Siexmos o el Palacio de los Sedeños, donde vivió Germana de Foix, la olvidada segunda esposa del rey Católico. La riqueza arquitectónica de estas casonas apenas es equiparable con la monumental belleza de sus conventos e iglesias.

Como callejear por Arévalo no es cuestión de un rato, lo mejor es parar y reponer fuerzas. Cualquier mesón del casco antiguo es la mejor opción para degustar el famoso cochinillo de Arévalo y otras delicias de la cocina castellana. No hay quien no encuentre un buen plato de mollejas, incluso ancas de rana. Por supuesto que los pucheros con las legumbres de la cercana Velayos son obligados.

Y como hablamos de comida, una visita obligada es acercarse a la panadería de José María Martín, en cuyo horno se asan cochinillos por encargo de particulares y restaurantes. Aunque su fama no sólo se debe a los asados, más bien a que José María se ha dedicado a rescatar del olvido antiguas recetas de conventos del lugar, como las tortas del veedor y otros dulces, deliciosos para llevar de recuerdo o endulzar el camino.

Mucho cuidado por las pequeñas carreteras locales. Por las mañanas el hielo y los restos de tierra y arena que desprenden las ruedas de los tractores son muy peligrosos cuando dejan los campos de labor y pasan al asfalto. La carretera se convierte en una pista de baile… ¡Mucho cuidado!

Camino de Madrigal de los Altas Torres nos encontramos otra vez con la carretera que cruza estas tierras llanas del norte abulense, una ocasión ideal para poner a prueba la nueva suspensión y dirección que llegó con la versión deportiva de Yaris, el GR SPORT mejora la dinámica de conducción y nos proporciona mayor rigidez estructural.

Cuando llegamos, descubrimos que el pueblo conserva gran parte del aire medieval que debió tener en aquellos tiempos, una belleza austera e imponente. Aquí nació Isabel la Católica en 1451, cuando este pueblo con nombre sonoro y poético presumía de sus cien torres mudéjares que coronaban las murallas y de las que apenas quedan veintitrés.

Lo que todos los visitantes buscan cuando llegan a Madrigal de las Altas Torres es el Palacio de Juan II, donde nació la reina y que sorprende por su austeridad y aspecto modesto. En la actualidad el palacio es un convento de monjas de clausura del que se puede visitar sólo una parte. Aquí se puede ver la habitación donde nació Isabel I, presidida por un Zurbarán y una Inmaculada de Alonso Cano.

Pero Madrigal no sólo es conocida por la reina Católica. Su historia también cuenta los avatares de otros personajes, algunos reales y otros más bien legendarios. Uno de ellos es el Pastelero de Madrigal, un curioso individuo que se hacía pasar por el rey don Sebastián de Portugal, que desapareció en una batalla. Después de una historia novelesca y mil percances, el pastelero terminó siendo ahorcado en el campanario de San Nicolás, en la misma iglesia donde fue bautizada la reina.

Místicos e iluminados

Buscamos ahora las huellas de San Juan de la Cruz entre los pueblos que recorrió alguna vez, como Bercial de Zapardiel, Cabezas de Pozo y Cantiveros. Así llegamos a Fontiveros, a sólo 15 kilómetros de distancia el uno del otro. Son citas obligadas la casa donde nació el santo, la iglesia parroquial donde fue bautizado y donde además se encuentran los restos de su familia. Cada rincón de Fontiveros merece una visita detenida, sus calles, sus fondas, sus mansiones blasonadas y sus monumentos, sobre todo la iglesia de San Cipriano, que presume de ser la más grande La Moraña, edificada sobre la antigua sinagoga con estilo gótico – mudéjar. Desde aquí emprendemos el regreso no sin algo de nostalgia por una tierra que no deja de inspirarnos cierta nostalgia.

La opción de volver hacia el sur y pasar por pueblos como Velayos, Maello o Vega de Santa María siempre es una manera de descubrir la vida cotidiana de estos donde se entiende mejor el verdadero Turismo Rural.

Una vez más, hemos disfrutado de una gran jornada al volante de uno de nuestros Toyota, si tú también quieres experimentar la fiabilidad de conducción Toyota tenemos grandes ofertas para ti.